Por la psicól. Verónica González Gómez
Especial para el Movimiento Viva México
De acuerdo con un estudio publicado por UNICEF México, en nuestro país cada año son privados de su libertad en promedio 4,500 adolescentes acusados de haber cometido delitos considerados graves por la ley. Desafortunadamente, las conductas delictivas y agresivas en los jóvenes han ido en aumento.
¿Por qué? ¿Qué pasa con estos jóvenes?, ¿cómo obtienen armas, qué paso con sus padres? Los adolescentes que presentan conductas agresivas suelen provenir de familias donde la violencia es el común denominador en sus hogares. Muchos de ellos vivieron episodios de violencia física, psicológica o verbal y, como consecuencia, la manera en la que aprendieron a relacionarse y a resolver sus conflictos es siendo violentos.
Este tipo de conducta es aprendida, y generalmente los adultos son el referente principal para perpetrar este tipo de acciones. El abandono por parte de alguno de los padres, la falta de amor, los golpes y las amenazas dentro de la familia son el principal alimento de la violencia.
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Es claro que la educación en la permisividad ha tomado fuerza y que estamos viviendo los resultados de una generación no educada en valores, sin una figura de autoridad que sirva de contención y guía.
Debemos evitar querer ser “amigos” de nuestros hijos. No es equivocada la idea de ponernos en un papel de cercanía para tener su confianza; de hecho, cualquier relación amorosa debe tenerla, pero la relación de amor entre padre-hijo está muy por encima de una relación de amistad.
Los jóvenes necesitan a sus padres para poner reglas, límites y ayudarles a estructurar su conducta; sin embargo, para tener estos padres amorosos y que actúen educativamente, es necesario tener matrimonios sanos, donde los esposos tengan una buena comunicación entre ellos y la relación de pareja esté basada en la confianza, el respeto y la solidaridad.
Quitémonos la idea de que ser buenos padres significa ser permisivos. Dejemos de justificar todo convirtiéndonos en cómplices de las conductas inadecuadas de nuestros hijos. Busquemos formar ciudadanos educados en la afectividad, empeñémonos en la educación en valores y dejemos de responsabilizar a las escuelas.
Prevenir la violencia desde la familia es muy importante y puede llevarse a cabo con acciones muy sencillas pero significativas:
- Evita tomar decisiones o comunicarse cuando estamos en algún momento de tensión. Así, evitaremos conflictos innecesarios.
- Cuando solicites la participación en alguna actividad familiar, procura siempre utilizar las palabras mágicas: por favor y gracias
- Busca siempre ponerte en los zapatos del otro para entender cómo se siente y poder ayudarlo de la mejor manera.
- Si ya han habido situaciones violentas en tu familia, busca ayuda profesional para que los apoyen a mejorar sus estrategias de convivencia.
- Deben establecer límites y normas de convivencia entre todos, pocas pero cumplidas.
Ten presente que la educación mediante el buen ejemplo es fundamental para prevenir las conductas violentas, ser coherentes y constantes en la educación de los hijos nos llevará a erradicar la violencia en los jóvenes.
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