Por la psicól. Verónica González García
Al interactuar y jugar con su papá, los hijos tienen mayor posibilidad de aprender a autorregular su conducta, controlar su fuerza y reconocer cuando se han excedido, para no repetir ese comportamiento, dice Verónica González García. En las últimas décadas, ha habido un aumento importante en el número de familias que, por causas diversas, no cuentan con la presencia del padre.
El doctor Jesús Amaya, en su libro “Padres obedientes, hijos tiranos”, menciona que las madres que se encuentran solas sin el apoyo del padre, presentan mayor estrés y dificultad a la hora de establecer normas y límites en la educación de sus hijos. Según los psicólogos, si la autoridad es correcta y amorosamente ejercida, el padre es la primera figura de autoridad que el niño conoce antes de enfrentarse en la sociedad a otras autoridades, esto les ayuda a regular los impulsos agresivos, ya que al interactuar y jugar con ellos, los hijos tienen mayor posibilidad de aprender a autorregular su conducta, controlar su fuerza y reconocer cuando se han excedido, para no repetir ese comportamiento.
Es de suma importancia que desde la etapa del embarazo, el padre participe y se involucre con la madre, ya que un padre que escuchó y vio a su bebé, tiene más posibilidades de ir desarrollando una relación afectiva con él, desde antes de su nacimiento.
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Una vez que nace, el participar en la atención cotidiana (cambiarlo, vestirlo y darle de comer, por ejemplo) favorece que el bebé lo identifique como un adulto confiable, que lo quiere y cuida. Esta es la base de la autoestima y la seguridad personal de los niños. Algunos especialistas, incluso, señalan que el padre es quien más aporta al desarrollo psicomotor del niño por el tipo de juegos que realiza con él.
Sabemos que el padre fue visto por mucho tiempo solamente como el proveedor económico de la familia; sin embargo, hoy, la mujer ha ingresado al mundo laboral y pasa mucho tiempo fuera del hogar. Por esta razón y por otras (como el derecho de todos los papás a participar activamente en todo lo que tenga que ver con el hogar y el cuidado de los hijos), la tarea de atender, educar y formar a los hijos debe ser compartida. Por esta razón, es necesario que ambos sean “proveedores afectivos” para satisfacer las necesidades emocionales, sociales y académicas de sus hijos.
Es necesario que papá y mamá estén presentes en la vida, crecimiento y desarrollo de los hijos, pero además es muy importante que ellos estén unidos como padres, independientemente de la situación de pareja en la que se encuentren. ¿De qué serviría contar con papá y mamá si estos vivieran en constantes discusiones y pleitos, incluso violentos? El hijo procede tanto de mamá como de papá. Si han vivido en armonía con los dos, habrán aprendido a quererlos a los dos. Por eso, cuando los papás se muestran divididos, para el niño, sobre todo en las primeras etapas de desarrollo, le provoca un impacto negativo en su desarrollo emocional.
Tengamos presente que todos los niños tienen derecho a convivir con papá y mamá, es una necesidad humana natural, independientemente de la situación familiar en la que se encuentren. ¡Recordemos que en la familia está la solución!
Por Verónica González García, psicóloga, especialista de Red Familia
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